Los suspiros del ocaso.
24 – 04 – 2021
Los pueblos pequeños se van quedando como esos árboles viejos con los que hemos crecido y en cuyo tronco, retorcido por la furia del viento y los años, recostamos nuestro cansancio y nos convertimos en espíritus contemplativos, divagando un pasado que ya no nos pertenece y que se va diluyendo entre recuerdos que ya no sabemos si son recuerdos o simplemente imaginaciones que inventamos para dar sentido al vacío que nos queda por delante.
Sin embargo, al ir contando los días en un calendario que ya no tiene repuesto, mejor no arrancar las fechas, dejarlas ahí, como si la vida se hubiera cansado de caminar y se estuviera dando un respiro y mientras, compartir voces amigas ante un vasito de vino y tentar una suerte que ya de poco nos sirve; ya conocen el refrán: "Dios le da las nueces a quien no puede roerlas". Ya no nos quedan dientes con los que roer los tropiezos que aún quedan en el plato de la vida, para nosotros el caldo, y gracias.
No puedo decir que sienta las despedidas cuando tienen lugar a su tiempo y ya no quedan más hojas que arrancar del almanaque; al fin y al cabo, lo percibo como una vacío, no como dolor, sino como ese vano que queda al borde de un precipicio al que, inexorablemente, nos vamos acercando y no podemos evitarlo.
Ah!, dónde quedaron los días
de aquellos niños tiritones, de vientres abombados y frágiles patas de alambre.
Aterrados, mostrábamos al maestro nuestros dedos ateridos y apiñados para
recibir en ellos la torturadora vara de un maestro que nos preguntaba algo y
nos quedábamos mudos, bloqueados por el miedo. Despachan en el bar los pinchos,
vino y cerveza, pero hay algo que se goza y que no está en el menú ni viene en
botellas lujosas, es algo que la vida te regala simplemente porque estás vivo,
porque percibes los ecos, las risas y las miradas que compartieron contigo esas
fechas ya lejanas que escribieron los paisajes de páginas que llevamos hasta el
último suspiro, ese ¡hola! y ¡hasta luego!, que te regala el amigo, aquel que
creció contigo.
Francisco Murcia.
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