Reflexiones sobre DIALOGUEMOS,
de Juan Calero Rodríguez.
8 – 06 - 2021
“Todo hombre necesita un monte
en que rasgar sus vestiduras”. Frase de Carlos Morales del Coso con la que
nuestro amigo, Juan Calero nos abre la puerta a su segunda entrega,
DIALOGUEMOS, de su poemario El hijo del hotelero.
La frase de inicio ya nos abre
la puerta a los sentimientos que animan esta prosa poética. “Sentémonos a
hablar como nunca lo hicimos”, dice dirigiéndose a su padre; “no echar de comer
panes a los peces”, es decir, no se trata de hablar por hablar, se trata de
mirar frente a frente la ineludible realidad de la muerte y, ante ella,
desnudar el alma, desgarrar las vestiduras no en el umbroso y oscuro secreto de
un monte, sino ante el ser que nos ha dado la vida y al que le debemos tantas
palabras que siguen ahí, en algún antro de nuestro yo cobarde, confuso y algo
perdido, hasta quemarnos por dentro. Tenemos hambre de ser, tanta, que nos
olvidamos de las palabras que quedan colgando en el abismo cuando el puente de
la inocencia se va disolviendo en una supuesta madurez insuficiente.
DIALOGUEMOS da la impresión de
un grito que ya llega tarde. “Mira, padre, deseo tantas cosas en la vida”,
confiesa el autor, y nos dice que las más importante es: “conversar contigo”.
Es una confesión cuyos ecos deberán trascender más allá de la levedad de la
muerte, un lugar donde el alma alcanza su plenitud y el yo llega tal cual es,
ya no hay vestiduras que rasgar.
Y es que desnudar el alma no
es fácil, como no lo es morir. “El alma es red de agua”, dice, en su último
párrafo, y deja un cierto temor por esas palabras que se quedaron dentro y que
cada día van pesando más y más. DIALOGUEMOS ahora que me puedes ver por dentro.
Francisco Murcia Periáñez