
No quise nacer.
13
– 05 - 2020
Qué
tipo de tortura es ésta,
qué
dolor, que me borra la sonrisa
y
en silenciosa oración
me
hace invocar a los cielos el perdón,
si
no sé cuál fue mi pecado.
Por
qué me castigo tanto
que
hasta lloran los silencios al verme entre las penumbras
donde
me escondo,
para
que el mundo no vea la intensidad de la pena.
Tal
vez mi mayor pecado fue,
como
fue el de Segismundo,
simplemente
haber nacido.
Porque
no debí nacer,
porque
yo no estaba inscrito en las páginas del ser,
Y
sin embargo,
un
azar desconocido me inscribió,
como
quien cae un borrón en una página en blanco.
Y
ahí me quedó,
como
un lunar en la prístina albura de esa página,
como
una mancha disfrazada de extrañas complejidades,
como
la sombra de una nube que nos niega su rocío.
De
repente, la luz,
un
espíritu perdido me acogió, y juntos,
ese
cuerpo que aún no era y que no quería ser,
y
ese espíritu perdido que sí quería nacer,
fueron
todo uno y uno sólo.
Y
así vinieron al mundo y crecieron,
el
cuerpo con sus pecados, y el espíritu
con
la esperanza de hallar por fin su destino.
¡Dios
mío! ¿Qué orfebre moldeó este cuerpo?
¿A
quién tal tarea encargaste
que
no supo interpretar el mapa de mi existencia?
Hubiera
preferido un pedernal por espíritu y por alma
un
yunque que no cediera al furor de los fuegos
ni
al contemplar la inocencia soltara una sola lágrima.
Pero
mi alma se derrite ante una tierna sonrisa, y sueña
con
paisajes de los cuentos y se imagina grandezas
en
países muy lejanos con príncipes y princesas.
Así
me escondo del mundo porque no quise nacer,
y
ya nacido, al ver cómo es el mundo,
tampoco
quiero crecer.
Francisco
Murcia.
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