Reposando mi soledad.
28 – 12 - 2022
He aquí, reposando mi soledad en el teclado, cuya objetividad física inanimada se anima para construir el camino que está por andar, como dejó dicho el poeta, y dejar los disueltos fantasmas de las huellas “que nunca volverás a pisar”. Se equivocaba el poeta, se equivocaba creyendo que el presente nunca sería pasado donde quedaron las huellas que queremos olvidar. Se equivocó la paloma creyendo que el mar era tierra, se equivocaba como se equivocó el poeta. Eso lo sabe el teclado cuando le ordeno olvidar, cuando le grito: ya no mires hacia atrás; el pasado, pasado está. Las letras me miran, los caracteres adquieren la solidez de la gravedad y mis dedos, corceles desbocados de mis anhelos, cabalgan sobre las teclas dando forma a pensamientos que aún están por llegar, se esconden en el futuro, y el futuro cuelga del hilo de un presente fugaz que aún contempla las huellas que se quedaron atrás. Alzo la frente de frente y veo los horizontes en ocasos nebulosos, colores oscuros y penumbras a destiempo, escucho tensos lamentos que me traen unos vientos de paisajes imposibles y escruto entre mis arrugas los gravados de un pasado que sigue siendo presente. El teclado me lo pide, mis dedos me lo demandan y mis sentimientos animan las fuentes de mis deseos.
Así, emergiendo de La Rambla, como pizca anónima que no altera los paisajes, me siento ante la pantalla y busco entre las ondas esa voz con la que sueño, los ecos de un “Hola, qué tal estás?”, o tal vez, las añoranzas de un yo que no supo caminar y construye su presente con los escombros perdidos a lo largo del camino. Alzo la frente de frente y ya no encuentro mi puerto. Tal vez me equivoqué creyendo que el mar era tierra. Mis pies se hunden, ya no hay camino que andar y sin embargo, aún me llegan las añoranzas felices de la inocencia perdida y sigo adorando a ese niño que, prendido a mis arrugas, sigue feliz con sus juegos, mientras pregunta a la almohada si en llegando la alborada podrá sonreír de nuevo.
Francisco Murcia