martes, 30 de agosto de 2022

Asiento vacío


Asiento vacío.

30 – 08 – 2022

 

Vi los asientos vacíos un día y me extrañé. Siguieron vacíos. Aquellas caras que me eran tan familiares, esa sonrisa al inicio de la marcha cuando el sol está dudando, partido por un horizonte lejano que se adivina en el mar, ese ¡hola! casi anónimo esbozado en un amistoso gesto, y el otro, que también los hay, que expresa a viva voz vestida de simpatía que eres parte del entorno donde reparten sonrisas, charlas de andar por casa, cosas simples de la vida que, al final, solo son meros matices, anécdotas ya vividas con las que cocinamos la sabrosa guarnición de unos momentos de charla bajo el dosel de La Rambla.

 

Pasan dos o tres días. Los asientos siguen vacíos y, poco a poco, la sospecha ominosa de una nube negra va haciéndose grande dentro de mí. Algo ha pasado, me digo; y sigo la marcha arrastrando los presagios de un desgraciado quizás. Ayer lo vi. Un cartelito en una cuartilla blanca donde creí leer que aquel asiento era el de Paco. Caí en la cuenta que nunca conocí los nombres de aquellos tertulianos con los que he cruzado un ¡hola! durante dos o tres años. Hoy me detuve. Leí con atención: RIP, un ramito de flores y un nombre: Paco, la voz vestida de simpatía que respondía mi ¡hola!

 

Ya venía de regreso. Los pies que andaban ligeros de pronto dejaron de caminar, comenzaron a dudar entre arrastrar su pesar o trasportar dignamente el dolor de aquel silencio, ese mínimo espacio que, a la salida del sol, ocupaba ese ¡hola!, y la imagen del asiento ya vacío, convertido en el andén donde evadirnos del tiempo mientras esperamos ese último viaje, el último tren que nos ha de llevar libres ya de obligados equipajes. Siento que no volverá a ser lo mismo. Una voz se ha perdido para siempre, un ¡hola! como puente colgante que conectaba dos orillas de un mismo río, que nunca se conocieron más allá del ligero rumor de la corriente discurriendo mansa, con la placidez que da el contemplar los ocasos como el más bello final. Me siento ante el teclado. La imagen de Paco, mi simpático tocayo, sigue anclada en el asiento. Yo sigo dejando un ¡hola! a mi paso por La Rambla, escucho atento la brisa y me parece distinguir entre el murmullo de las hojas los ecos de una sonrisa. RIP, amigo Paco. Nos veremos más allá del horizonte donde ya no llega el sol, donde me espera un asiento y tu ¡hola!, aquel que se quedó pendiente entre el rumor de palomas y el ramaje de La Rambla.


Francisco Murcia. 

Oh, las palabras

  Oh, las palabras 20 – 10 – 2023   Las palabras bullen dentro de mi como fieras enjauladas, van y vienen, se vuelven y revuelve...