Sin tiempo para vivir. Sin tiempo para morir.
2 – 12 – 2021
Se mueve en las brumas donde el ser y no ser es la misma
cosa, porque la mente navega en el incierto mar donde las olas están, no van ni
vienen. Ella sube y baja, ora una cresta, después un valle; luz cegadora en la
primera, sima oscura absorbente y aterradora la segunda y en el fondo, esas
preguntas turbadoras: ¿qué es la vida? ¿qué sentido tiene la vida? Alza la
vista y no ve el horizonte, mira a los ojos y no ve comprensión, observa los rostros
y no halla la sonrisa.
Dentro de ella un duende está desbocado, revuelve las
piezas del puzle, construye paisajes absurdos y le grita. No quiere hacerle
caso, pero el duende no cesa, y cuando calla, todo es una espesa negrura, una
oscuridad sin límites. A veces, el duende emerge y flota sobre la cresta de la
ola que siempre está ahí. Entonces mira el cielo y le parece hermoso, contempla
el sol y se promete, y se cree la promesa, que nunca más bajará a las simas
donde reinan las tormentas de las olas muertas.
¿Qué pasa en mi mente? Se pregunta. ¿Qué pieza ha sido mal
colocada que soy sin ser, que estoy sin estar, que muero y vivo al mismo
tiempo, sin tiempo para vivir de verdad o morir y abandonar este mar sin
horizontes? Oh dulce sueño, efímero y fugaz, que brota delicioso, salvador, del
recinto de cristal donde brilla malicioso; relámpagos de rubí alumbran mi noche
y me sumergen en ambarinos destellos donde me ahogo. Otra vez la oscuridad, ese
ser sin ser, ese estar sin estar, esa nada que queda suspendida como una
llamita en el aire que se escapó de su vela y se desvanece en la noche.
Quién soy yo, se pregunta mientras cabalga la cúspide de la
ola y se ve acompañando a las nubes en su vuelo. Mira las simas que se hunden
allá abajo y sabe que pronto llegará la oscuridad, que no puede detener al
duende que rige ese azar terrible y caprichoso.
Francisco Murcia.